viernes, 13 de julio de 2012

Ironman de Roth 2012 - Marquitos el Gato


Hace tiempo que no escribo tontunas relacionadas con las también tontunas
que en los últimos años me ha dado por hacer, pero esta última se lo merece.

Joder, ¡¡Es que soy un puto ironman!!

No os voy a aburrir hablando de: esfuerzos, sufrimientos, técnicas de braceo
en el agua, desarrollos en la bicicleta o de ritmos en el maratón. Más que nada
porque en principio me la trae al fresco y en "segundicio" porque nunca aprendí
a nadar (bendito neopreno), no tengo medidor de cadencias/frecuencias para
la bici y tampoco he usado un pulsómetro en la vida. Que no suene a chulería,
sencillamente es que esto de los ritmos y otras historias me cansa cada vez
más y es que, además, ni siquiera sé como hacerlo.

Lo que voy a hacer es hablaros de lo que me pasa a mí en estas cosas, de
en lo que pienso y entretengo la cabeza, al menos en esta ocasión, durante
catorce horas de paseo por Baviera. Así que allá que voy.

Un día normal en mi vida suele comenzar a las siete y cuarto de la mañana.
Me lavo, hago el desayuno, me visto, recojo la habitación, doy de comer a los
periquitos, friego los platos de la cena, acompaño a Beatriz al metro si es que
duerme en casa y a continuación me voy al trabajo. Este periplo mañanero,
común para la mayoría de los mortales, viene a durar una hora y cuarto.

Un día normal para alguien que pretende ser "ironman" comienza a las cuatro
y cuarto, así que ya algo de diferencia empieza a haber. Un "ironman" en ese
tiempo está a remojo nadando en un canal interminable y aún, en mi caso, le
queda todavía un cuarto de hora de tragar agua para volver a pisar tierra.

Un "ironman" que se precie no duerme la noche anterior, por supuesto. Hay
que visualizar la carrera. Pensar en si todo está en su sitio, si las mochilas
cuentan con todo el adobo necesario para el largo viaje, si los dorsales ajustan
con sus cintas, si el chip fija bien, , si el neopreno no se ha rajado, si la bici está
entera, si el gorro de nadar no me hinca las sienes, si la bomba, si la....... Así
que el Marcos, esa noche... pues no durmió.

Yo ya me creía un "ironman" antes de hacer aquello y por tanto ya me
comportaba como tal. Todo el guión que tenía imaginado para entretenerme
durante las catorce horas que tardé en transitar desde el huerto de los Olivos
hasta el monte del Calvario, lo repasé desde las diez y media de la noche en
que me metí a la cama hasta más o menos las tres de esa misma mañana
o más bien noche. Dormí alrededor de una hora y media, así que durante la
prueba me quedé vacío de pensamientos, que no de palabra, obra u omisión.
Pues que hablé, obré.... sin guarrerías y omití, porque no obré.

Me tumbé en la cama y cerré los ojos para intentar dormir, pero ya la primera
imagen que me vino a la cabeza fue el canal de nado así que allí se acabaron
las buenas intenciones. Ya empecé a imaginar y a recordar todo aquello que
iba a explotar durante el día de la prueba. Hay guiones que no puedo hacerlos
esperar.

Ví el canal con los ojos cerrados y pensé para no agobiarme mientras nadaba,
en los días de playa cuando era pequeño. Total es hora y media nadando y
esta se resuelve recordando aquellos partidos de fútbol playero con mi padre y
hermanos. Era sencillo, ya formábamos dos equipos entre todos. Cinco contra
cinco. Mi padre con los pequeños y un mayor y el resto para el otro equipo.
Eso era el primer día de playa porque a mi padre ese día ya le daba un tirón en
el gemelo que le duraba todo el verano. Ejercía mi padre de central tipo Goyo
Benito. "Yo te la paso, tú me la devuelves y vuelvo a triangular". No entendía
con seis años que coño quería decir aquello. El caso es que yo sólo recibía
y devolvía. Cosas de ser el pequeño. Creo que fingía la lesión a propósito,
porque a partir de ese día se sentaba a leer el periódico y a contar nueve
cabezas yendo en grupo al agua. "Papá ¿juegas a las palas? es que aún me
duele el gemelo". Ese era el verano en la playa del señor Miguel.

También con los ojos cerrados e intentando dormir (que no hay manera) ví
a mi hermano Tito presentándose al concurso de castillos organizado en
la playa y patrocinado por Coca-cola. Ese era el único motivo por el que se
presentaba. La Coca-cola. Mientras duraba el evento daban todas las coca-
colas que quisieras tragar. El tío se llevó un caldero y una pala y en tres
minutos hizo su "supercastillo" mientras el resto de chavales se esforzaban en
hacer virguerías con la arena. Muchos llevaban planos, elementos decorativos,
herramientas especializadas,... Mi hermano no. Él hizo una mierda de almenas
sobre los cilindros que salían de aquel cubo y eso sí, llevó unos trozos de papel
dorado que colocó en cada una de esos cilindros y simuló ser las ventanas.
Todos los niños trabajando en su castillo y mi hermano sentado delante de
aquella cosa bebiendo coca-colas como un gorrino. Cuando acabo el concurso
y le salía la coca-cola por las orejas, nos decía que no teníamos, ni nosotros ni
el jurado, idea ninguna de lo que era el arte.

Ya debo de ir girando la boya de vuelta, que por cierto, literalmente me la comí
con todo el cabezón. Así que vamos a entretenernos en la playa otro rato hasta
salir del agua. Es hora de que mi madre baje desde casa de la abuela con la
comida. No, no son unos filetes empanados y unas tortillas. Tampoco unos
bocadillos de embutido. No, mi madre baja en el autobús hasta la playa con y a
saber: la olla exprés repleta de judías pintas, los platos y vasos de duralex y los
cubiertos de alpaca de la abuela.
A mí estas cosas ahora me parecen raras pero entonces como que era lo que
se hacía. Nueve energúmenos comiendo en plato de cristal y a la cuchara en
plena playa con el cubo de plástico en la cabeza para preservarnos del sol.
Esto como que daba igual porque al segundo día teníamos todos la espalda
hecha girones y tirándonos de los pellejos el uno al otro.

¡¡Parece que ya salgo del agua!! Son las once y media de la noche, llevo una
hora intentando dormir y esto va para largo.

Ahora cojo la bici y me quedan ciento ochenta kilómetros. Así no hay forma de
pegar ojo. Me traslado al año setenta y cuatro, año en el que hice mi primera
comunión ¡¡más guapo que iba!! Me vengo a este año porque mis padrinos
me trajeron desde Santander y como regalo de comunión mi primera bici. Bici
que también fue la primera que entró en mi casa y bici en la que más de un

hermano mío ya talludito aprendió a mantener el equilibrio. Ahí empezaron
los problemas. Era una BH roja plegable (la del ironman es también BH)
con trasportín, puños blancos, banderitas a los costados de las ruedas y su
correspondiente dinamo. Una bici que se precie no le ha de faltar la dinamo.
Tanta ilusión tenía por verla que me salté el ensayo general y me fui corriendo
a casa porque sabía que habían llegado mis padrinos. Renuncié a Satanás, a
sus obras, a sus pompas y a sus cultos y me fui corriendo a casa.

¡¡Cómo brillaba!! brillo que tardó en quitársele un par de días junto con: los
guardabarros, el trasportín, sus banderitas laterales, su freno delantero y su
dinamo. Ya no era una bici apreciada. No tenía dinamo.
Yo no sabía montar en bici y los "ruedines" aún no se llevaban, así que a
cambio de recibir clases intensivas por parte de algún hermano, tenía que
aceptar proposiciones que no podía rechazar. "Mira, yo te llevo un rato (venían
a ser cien metros) y luego tú me dejas la bici". Así que yo recibía mi clase
práctica, me quedaba en una esquina esperando a recibir la siguiente y
mientras tanto pasaban las horas y mis hermanos encima de mi bici por delante
de mis narices. "Quino ¡qué me toca ya, jo... que la bici es mía!" Vaya, me ha
parecido ver que la bici hoy está rayada, mañana sin guardabarros y pasado
sin dinamo. Unas ostias que se metían mis hermanos con ella. He decir que yo
también.
Aprendí a llevar la bici recta y sin caerme, pero sólo recta. Llegaba al final
de la calle y me dejaba chocar contra la pared de enfrente. Traía por la calle
de la amargura a la mujer que estaba sentada al fresco en la calle mirando
perpleja como me ostiaba. "Hijo, sólo tienes que frenar un poco o girar el
manillar", "Señora, girar aún no sé, pero si la bici tuviera freno ya lo apretaría,
pero es que mis hermanos se lo han cargado".
Total que hice la comunión ya casi sin bici y con varias ostias. Aparte de las
de la bici recibí: la consagrada, la del catequista y la de mi madre porque es
que si mis compañeros hacían perfecta la coreografía, yo al saltarme el ensayo
general por ver mi bici, actuaba por libre.
Esa bici dio mucho juego porque por ejemplo destrozó muchas zapatillas
gracias a la técnica de frenar la rueda delantera con la suela de las deportivas.
Mi madre decía que como es que gastábamos todos las zapatillas por el mismo
sitio. Nosotros decíamos que igual estábamos todos mal hechos. ¿No somos
todos iguales que papá? Mira a ver por donde gasta él los suyos.
En ella nos caímos todos y hubo una vez que llevar a mi hermana al hospitalillo
porque se clavo el manillar en toda la ingle. También yo acabé en el mismo
sitio con un clavo de un tablón en medio del pie. Esas cosas de saltar con la
bici montones de arena de obra con restos de tablas y demás ginkanas de
hace cuarenta años.

Ya son las dos de la mañana y sigo despierto pero ya me he bajado de la bici,
así que sólo me falta un maratón. Para aquí tengo preparado montones de
carreras hechas ya. Visualizo Mapomas, Roma, Berlín, París, Valencia, Sevilla,
San Sebastián,... tengo donde elegir y eso es lo malo porque me acaban dando
las tres de la mañana y me tengo que levantar de la cama a las cuatro y media.
Así que me pongo en pie después de una hora y media durmiendo y el resto
soñando despierto. Estoy agotado, no puedo enfrentarme a uno de verdad, así
que intento seguir con la cabeza en esa especie de estado mental placentero

en donde me he metido.
Son las cinco menos cuarto y ya es de día. Estos alemanes son la leche.
Hasta ponen el sol antes que nadie. Ya a las seis menos cuarto está la gente
sentada con sus sillas de playa en los puentes para vernos nadar. Nosotros
pasamos dos horas tumbados en los boxes intentando descansar hasta oír
nuestra llamada para tirarnos al agua. Yo sigo metido en mis cosillas, mientras
al lado oigo respiraciones profundas del Teto y despistes continuos de Chema.
Empiezo a tener miedo que no tensión. Miedo a pensar si yo debo estar allí,
si voy a poder con esta salvajada y si no será demasiada chulería (aún siendo
de Usera) el haber venido a probar que coño es esto. Miedo al no haber
descansado, a enfrentarme a horas y horas deambulando con sensaciones
que nunca he experimentado durante tanto tiempo seguido. En ese momento
traduce el Teto al "speaker" que está rezando por todos nosotros y acaba
diciendo "que dios nos proteja". Lo que me faltaba.

Llega el momento de irse Chema. Nos abrazamos y deseamos suerte.
A los diez minutos nos llaman a nosotros. Es nuestro momento y el de
definitivamente abrocharme el neopreno.... "Marcos no puedo que te cojo la
chicha". A menudo he ido yo a encargar esta misión. Le tiembla el pulso y me
veo con el homóplato cogido por la cremallera y expuesto a la climatología. Al
fin consigue abrocharlo, nos despedimos como si a la guerra fuéramos, nos
tiramos al agua y después de catorce horas, los tres volvemos a abrazarnos de
nuevo.

Por medio han pasado aplausos, besos a voluntarios, abrazos a alemanas y
alemanes que te aplauden sin parar mientras escuchas tu nombre en boca de
mucha gente ¡¡Marcos, español, ánimo, Mallorca!!... y dale con Mallorca. Pases
en bolas delante de voluntarias que te van dando la ropa siguiente mientras te
quitas la anterior... ¡¡guifmi a quis plis!!

Pero sobre todo ha pasado o he pasado esa meta. Ese pasillo estrecho y
único para tí, previo a entrar al estadio. Allí beso mi cadena, mi cruz y mis
medallas. Son mis ángeles. Me acuerdo una y mil veces más de mi madre,
que da vueltas todos los días en mi cabeza y hoy cómo no también. El estadio
está lleno a las diez menos cuarto de la noche (y yo sin dormir) con las luces
dando vueltas sobre mi cabeza como si fuera una estrella de rock, mientras mi
imagen se proyecta en la pantalla gigante ¡¡¡Bufff!!! ¡¡¡MARCOS DIEZ GOMEZ,
ESPAÑAAAAA!!! No sé si pararme o apretar más. No sé si reir, llorar o saltar.
No sé si entrar en meta y volver a salir, para dar otra de honor porque no he
saboreado del todo bien esta primera.
Muchas veces has pensado en cómo será esa meta y por mucho que idealices
esa entrada creo que a todos nos pasa que es luego mucho más emocionante
de lo que imaginas. Lloré y me abracé a la mujer que te recibe en meta de la
organización y te dice "congratulations, ¿are you guay del paraguay?" Mira,
tan guay del paraguay que te voy a dar un beso en español y me voy a tomar
una cerveza de a medio. Dicho y hecho. Beso a la morena alemana y alemana
rubia, con su espuma y todo, para el gaznate. Luego al podólogo a curar mis
ampollitas y otra vez a llorar. Luego el beso más bonito a las chicas.
Ellas sí que han hecho un "ironman" y son las que de verdad merecen que dios
las proteja.

2 comentarios:

Manu dijo...

Enhorabuena Marcos!! Yo también soy del club de dormir mal la noche anterior y ver pasar por delante toda la infancia...no me puedo imaginar antes de un IM!

nano.armadillos dijo...

Nos ha encantado en casa tu crónica!!!
ENHORABUENA MARCOS!!!!! your are an ironman!!!!