martes, 26 de mayo de 2009

Half Challenge Maresme: Crónica de Marcos Gato

Cuando a finales de los años setenta apareció en la telefunken en blanco y negro de casa, el Antolín García de turno para contar que unos marines americanos habían hecho un “ironman”, yo tenía once años y aún andaba en pantalones cortos. Aquello me sonó a algo parecido a lo que a mi abuela Justa le supuso el intentar comprender que Amstrong había llegado a la luna. Ella dijo algo así como: “esto no es verdad, son cosas de los americanos que están locos”. No sé lo que diría yo entonces, pero con otras palabras vendría a pensar lo mismo. Treinta y un años después es mi madre la que opina que cuanta razón tenía la abuela, pero que ahora el loco soy yo.

Pero aquí no hay locura alguna, o mitad de locura, pues se trata de un medio ironman. Goethe dijo que “la locura, a veces, no es otra cosa que la razón presentada bajo diferente forma”. Es más, sí hemos sido capaces de hacer esto ha sido porque no hemos vanalizado en absoluto el esfuerzo que supone una prueba así, sino todo lo contrario, ¡¡qué nos lo hemos currado leches!!

Thomas Carlyle (historiador inglés lo dice así de bonito) “Si se siembra la semilla con fe y se cuida con perseverancia, sólo será cuestión de tiempo recoger sus frutos”.

Creedme si digo que si yo puedo, puede cualquiera. Esto no consiste mas que en una macedonia en la que se mezclan ingredientes como: la voluntad y la constancia, aliñadas con un poco de atrevimiento y de sentido del humor.

Para la voluntad tengo a Einstein: “ Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad”

Para la constancia un proverbio árabe: “Quien se empeña en pegarle una pedrada a la luna no lo conseguirá, pero terminará sabiendo manejar la honda”

Y para el atrevimiento y el humor nos tenemos a nosotros mismos. Si seremos atrevidos que somos capaces de… y empiezo a largar:

“El modo de dar una vez en el clavo es dar cien veces en la herradura”. Eso dijo Unamuno. El modo de hacer dos kilómetros nadando, noventa en bici y veintiuno corriendo no consiste en otra cosa mas que en: entrenar, entrenar y entrenar. Ahora, que el modo de hacer comprender a tres cafres como nosotros en qué consisten cosas como el drafting, donde se dejan las bolsas de la ropa de la bici, de correr y de nadar…. ¡hasta con calzoncillos debajo del tritraje!!! Como se colocan unas gafas (vaya discusiones previas si ventosa o no ventosa) o como se pega un papel con el dorsal en la tija del sillín,… todo esto ya es más complicado de explicar.

Si hay que tratar de memorizar cual es la calle en la que hemos dejado nuestra bici en un parking que ni el del Carrefur, aprender la víspera como se cambia una rueda si es que pinchamos y de nada va a servir rezar el “jesusito de mi vida eres niño como yo…”, si hay que impedir que no se te despeguen las pegatinas del casco nada más empezar a pedalear, o si hay que ser capaz de memorizar un dorsal de cuatro cifras sin olvidarlo a cada instante, o incluso hay que tratar de evitar tragarte un cono por ir mirando al asfalto y aun así no romperte dos costillas, o se trata de ahorrarle a un barco que te toque la sirena a trescientos metros de la costa para indicarte que ese no es el camino, que por ahí vas rumbo a Cerdeña, ese es otro tema. Por no hablar de como impedir que no se te salga la cadena por dos veces, o como dejar de mirar las tías en bikini en pleno sufrimiento, tras cinco horas de competición, mientras vas corriendo entre piscinas atestadas de gente a un lado y al otro el chiringuito con su olor a calamares y la playa con su olor a copertone.

Es entonces aquí donde te das cuenta de que sin esa dosis de atrevimiento, nada hubiera sido posible. Wilde dijo que “Nada se parece tanto a la ingenuidad como el atrevimiento” y creo que es esto lo que nos ha hecho fuertes ante esta prueba. No ante la prueba en sí, sino ante todo lo que le rodea. Yo creo que nos atrevimos a ello porque somos unos ingenuos.

“Me atreveré a todo lo que pueda hacer un hombre. Quien se atreva a más es un insensato”. Shakesperare fue quien dijo esto y nosotros no tenemos la capacidad ni las ganas de llevarle la contraria: si estos pueden ¿por qué no vamos a poder nosotros?

Cuando llegamos a Calella ya empezamos a darnos cuenta de donde nos habíamos metido. Nosotros en un apartamento con terraza y vistas a un par de maduritas inglesas en paños menores y a un árabe que nos ofrece “maría” a gritos desde la terraza de al lado de las anteriores ¿tan poca pinta tenemos de superatletas? Todo esto ocurre a la altura de un segundo piso, mientras a nivel del suelo encuentras a triatletas probando sus bicis, con sus cascos tipo mago Merlin echado hacia atrás y con esos cuerpazos esculpidos a golpe de cincel probando sus zapatillas o camino hacia el mar para probar sus neoprenos ¿por qué no vamos a la playa a ver como esta el mar para el domingo? Vale, sí, vamos, pero lo vemos desde una terracita con una cerveza.

Ahí nos ponemos de acuerdo. Los triatletas prueban el agua con sus neoprenos y comprueban si la fuerza del mar puede con ellos. Nosotros los miramos desde la distancia, no sea que nos sintamos provocados. Mientras, probamos la cerveza y nos preocupamos más de que la espuma tenga suficiente fuerza ¿Insensatos? ¿chulos? ¿modestos? En absoluto, sencillamente temerosos por no decir acojonados. Fenelon, que era un escritor francés, me viene al pelo para hacer mío lo que dijo sobre el verdadero valor, que “consiste en prever todos los peligros y despreciarlos hasta que lleguen a hacerse inevitables”. Total, que en este caso le hacemos caso sólo en su última parte, no vaya a ser que al final nos convirtamos en unos puristas. Disfrutaremos de las cervezas hasta que el domingo no nos quede más remedio que pelearnos con las olas.

Sé que en el fondo a los tres nos puede la pasión por esto que al día siguiente vamos a hacer y que no es fruto de una locura, sino de mucho esfuerzo bien llevado y bien administrado. Fui yo quien les convencí para venir aquí y me sentiría culpable si no disfrutaran, si ahora se vinieran abajo. Llevamos meses entrenando, riéndonos, yendo a Chinchón en bici a hacer kilómetros. No sé si por ver a la rumana del bar o por completar noventa y tantos kilómetros entre ella, su bar y nuestra casa. Llevamos kilómetros entre los brazos peleando en la piscina y de correr ya ni hablamos. En el fondo nos gustamos marcando paquete bajo estos tritrajes, incluso nos excita vernos de esta guisa pese a los boxer que ocultamos debajo. El neopreno ya nos da un toque de estilismo que no hay quien nos aguante. Toda esta parafernalia en el fondo nos provoca porque “hay pasiones que la prudencia enciende y que no existirían sin el riesgo que provocan”. (esto es de un francés)

Sería largo de contar las veces que este fin de semana hemos hecho el más absoluto de los ridículos, pero al final te relajas y si tu bici es una orbea de segunda mano frente a cientos de cervelos, carbonos y lenticulares no importa nada. Porque si resulta que a mitad de la prueba adelantas a varios aspirantes a mago Merlin con ruedas de bastones, llegas a la conclusión de que “cualquiera que se tome demasiado en serio corre el riesgo de parecer ridículo. No ocurre lo mismo con quien siempre es capaz de reírse de sí mismo”. (Vlacav Havel) El sábado por la mañana éramos partidarios de llevar las bicis al aparcamiento envueltas en sábanas para que nadie se fijara en nosotros. El domingo por la tarde volvíamos a por ellas hinchados de orgullo, aunque también de cervezas, tortillas de patata, calamares fritos y “pan amb tomaca”. El sábado por la tarde vimos triatletas tatuados con toda la trilogía encima: corredor, nadador, ciclista. Nosotros también acabamos tatuados en tres dimensiones: cuello, hombros y piernas. El sol, que acaba igualándonos a todos y nos mide por el mismo rasero. Que me perdonen por lo que digo, pero hay alguno que se toma así mismo demasiado en serio ¿Pues no va el amigo Sergio y pide un poco de agua a un compañero triatleta cinco minutos antes de lanzarnos al agua (ahí íbamos todos a hacer lo mismo) y le contesta con un tal que “es que voy a necesitarla toda”?

La prueba fue larga y dura, pero se afrontó con paciencia, con ilusión y con alegría. Del agua decir que me perdí, que volví a aparecer y que de entre casi dos mil tíos en tandas de quinientos, al salir coincidí dándome codazos con un ser que tres cuartos de hora antes, de los nervios que tenía encima, estuvo a punto de estallar el neopreno. No era otro que Tetovic, que aun con todo seguía refunfuñando y diciendo entre sofocos: joder que mal he nadado, que puta mierda,… ¿hacemos trato en la bici? Yo me descojonaba mientras intentaba salir de la playa con él pegado a la oreja. Chema mientras seguía luchando contra los elementos y con las gafas, que no le hacían ventosa. En la bici disfruté como un enano y hubiera preferido otros noventa kilómetros en bici a la media maratón que venía a continuación, a no ser por ese último kilómetro cuesta arriba atravesando Calella. La gente a aplauso lleno de manos, gritando tu nombre impreso en el dorsal ¡¡¡bravo marquitos!! ¡¡ya es tuyo!! ¿cómo no ponerte derecho y ofrecer la mejor de tus zancadas a esta gente que te ayuda? Voy más rápido de lo que puedo pero es que no puedo dejar de devolverles lo que ellos me dan. Agudizo la vista, sé que antes de entrar al estadio me encontraré con Paki y Alfons y el resto de familia “armadillos”. Los veo y levanto los brazos para que ellos también me vean. Me paro a su altura, quiero besarles y darles las gracias, decirles tantas cosas, pero no puedo soltar una puta palabra. La dicha de la vida consiste en tener siempre algo que hacer, alguien a quien amar y alguna cosa que esperar” (Chalmers, teólogo). Tuvimos las ganas de hacer esto, yo tengo a Paki, que es a quien amo, a quien besé y a quien abracé varias veces durante tantas horas y tantos tránsitos y de la que no esperaba ltanto como lo que me da y me dio: su euforia, su impaciencia, su comprensión, su aliento, sus gritos, sus abrazos. Yo le dí lo que me quedaba y lo que me salía en ese final estilo Angliru. Mi agradecimiento en silencio, mi emoción en calma, mis ganas de decirle cosas y la imposibilidad de decir nada, mas que mostrarle mi gratitud y ofrecerle la más amplia y sincera de mis sonrisas. No fui capaz de decir nada, no me salían las palabras, sólo quería quedarme allí un ratito para después, brazos en alto, acabar bien lo que bien empezó.

“No nos atrevemos a muchas cosas porque son difíciles, pero son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas”. Esta es de Séneca ¿a que mola? Pero de aquí, de andar por casa y como dice mi compañero Baldomero: “lo difícil se hace y lo imposible se intenta” Nosotros nos atrevimos y lo hicimos y ahí está el resultado. Todos terminamos, fuimos felices y lo seguimos siendo.

Muchas gracias compis por este fin de semana tan intenso.

2 comentarios:

Pablo dijo...

Marcos, enorme la crónica.
De todas las citas, me quedo con la última, la sabiduría popular al final es la más acertada siempre
Las fotos son un puntazo, os parecéis a la Mengual y compañía en la sincronizada
Enhorabuena!!!

serbio dijo...

Marcos, cojonuda, llevo leyéndola al menos una vez al día desde que la publicaste y no me canso de hacerlo.

Venga, a ver qué nos montamos par el año que viene...