jueves, 28 de febrero de 2008

Maratón del Sahara

Una aventura en el desierto

El maratón del Sahara no es un maratón más y por eso ésta no puede ser una crónica más. Antes de comenzar a relatar la parte menos importante, la carrera, quisiera comentar algo acerca de lo realmente importante del viaje. el contacto con el pueblo saharaui.

Como muchos ya sabréis, el Sahara Occidental era una antigua colonia española ubicada entre Marruecos y Mauritania. En 1975, con el régimen franquista agonizante, el gobierno español sucumbió a las presiones de la marcha verde marroquí y abandonó a su destino a decenas de miles de saharauis, muchos de ellos ciudadanos españoles. Los que se quedaron sufrieron la dura represión del ejército invasor y los que decidieron irse fueron hostigados por la aviación marroquí, hasta que se establecieron en los campamentos de refugiados de Argelia, cerca de la ciudad de Tindouf. Desde allí organizaron su propio ejército, el Frente Polisario y empezó una guerra sin vencedores ni vencidos que termino temporalmente con el alto el fuego firmado en 1992. Desde entonces se sigue esperando la celebración de un referéndum auspiciado por la ONU, cuya celebración ha sido boicoteada por Marruecos una y otra vez.



En total hay unas 200000 personas distribuidas por cinco campamentos de refugiados o "Wylaias" que tienen los nombres de ciudades originales del Sahara Occidental. A día de hoy la situación en los campamentos es paupérrima. Están ubicados en pleno desierto en una zona extremadamente dura. Es imposible cultivar absolutamente nada y apenas consiguen mantener a unas cuantas cabezas de ganado. El sol es abrasador pero lo peor son las tormentas de viento y arena que impiden ver absolutamente nada. Además, la lluvia no es bienvenida ya que sólo aporta barro y la destrucción de sus débiles edificios.

Con estos precedentes os podéis imaginar que cuando llegas allí el choque es impresionante. La gente vive en "Haimas", una especie de tiendas de campaña o en pequeñas construcciones de adobe. No hay agua corriente ni luz eléctrica y todo tiene un aire de provisionalidad que dura ya más de 30 años. Sólo se mantiene gracias a la cooperación internacional, la mayor parte proveniente de España, y las carencias son tremendas. A simple vista no hay hambre pero los niños corren descalzos entre las piedras y los cristales, hay basura por todos lados y las condiciones higiénicas dejan muchísimo que desear.

Lo curioso es que los saharauis siguen manteiendo un vínculo especial con España. En los colegios se estudia español y casi todos los niños lo chapurrean bastante bien porque suelen pasar los veranos en nuestro país. Cuando paseas por el campamento constantemente hay niños que te saludan con un "Hola, dame caramelos".



A nosotros, Gustavo, Raúl (el hermano de Laura) y un servidor nos alojó una familia con tres niños, Lijbib, de 6 años y un auténtico terremoto; Mushab, de 8 años con un curioso acento andaluz fruto de un par de veranos en Granada y Sukeine, una niña de 12 años con un español aceptable. Además tuvimos la suerte de que el hermano de nuestra anfitiona, Ahmed, había estudiado en Cuba, con lo que disfrutamos de largas charlas tomando el té. Para ellos la preparación del té es todo un ritual que se debe realizar en familia. Un dicho saharaui explica que se deben tomar tres vasos de té, el primero amargo como la vida, el segundo dulce como el amor y el tercero suave como la muerte. Tienen pocas cosas pero todo lo han compartido con nosotros haciéndonos pasar una semana inolvidable.

No me quiero enrrollar más con este tema, sólo me gustaría deciros que hemos disfrutado de anécdotas y situaciones que nos han dejado un estupendo sabor de boca a la vez que te dejan bastante tocado. Con especial emoción recuerdo el reparto de caramelos en el colegio del barrio, los juegos con los niños de la casa, o el partido de fútbol en el que los saharahuis descalzos nos metieron un buen baño. No sé si volveré a correr el maratón pero lo que tengo clarísimo es que volveré al Sahara.

No sé donde está el límite pero sé donde no está

Esta frase no es mía, ya me gustaría. Es del triatleta y ultrafonditsta Josef Ajram y quería tomársela prestada porque me encanta y porque resume en qué ha consistido el maratón del Sahara.

El lunes, raro día para hacer un maratón, nos levantamos a las 5:30 y caminamos a oscuras hasta "Protocolo", el cento administrativo de la Wylaia de Smara, donde nos darían un desayuno previo a la carrera. A las 7 en punto Gustavo y yo nos despedimos de Rául, que iba a correr la media maraton y nos metemos en el autobús destartalado que nos llevará al campamento de El Aioun, lugar de inicio del maratón. Cuando llegamos a El Aioun hacía un frío que pelaba, calculo que unos 7 u 8 grados. Menos mal que un grupo de colaborantes españoles que estaban por allí nos distrajeron un poco con bailes y canciones populares hasta que se dio la salida. Y madre mía que salida! Éramos sólo unos 120 colgados pero todo el campamento había ido a presenciar el evento. Jeeps cruzándose de un lado a otro y corriendo al lado de camellos semidesbocados, así trancurrían los primeros metros. Nada más empezar Gustavo se va hacia delante. "Suerte amigo, tu haces otra carrera".

Ya sabéis que no había preparado esta carrera específicamente, mi idea era acabar dignamente pero sobre todo, no perderme. Este es un maratón sin calles ni tan siquiera caminos, se corre por el medio del desierto y la posibilidad de desorientarme me tenía un poco intranquilo. Los primeros kms transcurren tranquilamente, hay viento de cara que fastidia bastante pero afortunadamente no levanta arena y el día es claro, con lo que se ven sin problemas los postes de señalización distribuidos cada 300 o 400 metros. Intento buscar a un grupillo en el que me encaje el ritmo para unirme a él pero no acabo de ir cómodo. Al poco rato estoy sólo con una alemana de unos cincuentaytantos años que me come la moral. Existen avituallamientos con agua cada 2 o 3 kms pero no está permitido coger la botella. Hay que parar, beber y seguir corriendo. La jodida alemana no paraba nunca y yo cada vez que paraba a beber, que era siempre porque estaba concienciado del peligro de deshidratación en el desierto, tenía que forzar el ritmo para volverla a coger.

Después de un rato acabo hasta las narices de la alemana y dejo que se vaya, ¿o será que ella iba mucho mejor que yo y decidió dejarme atrás? Bueno, el caso es que paso el km 10 en 52' ya completamente sólo. Afortunadamente veía siempre a gente por delante y por detras, lo cual me daba una buena sensación de seguridad. En esta primera parte el terreno es duro y pedregoso, además de bastante plano. Se puede correr bastante agusto y el solo todavía no pega demsiado.

Aunque voy bien, voy notando el paso de los kms y en el paso por el km 15 me tomo la primera pastilla de dextrosa porque empiezo a sentir que me falta algo de ritmo en las piernas. Ya se ve Ausser en el horizonte, lugar de paso por la media maratón y me digo a mí mismo que por lo menos tengo que llegar allí corriendo. Y la verdad es que se me hizo bastante fácil ya que desde dos o tres kms antes había un montón de mujeres y niños animando con cánticos y gritos. Ya me conocéis, me gusta corresponder al pùblico sus ánimos y no paraba de aplaudir a diestro y siniestro...¡menudo subidón! El paso por la media es alucinante, un pasillo de unos 150m con un ruido ensordecedor y yo que segúia con mis aplausos con lo que el público se encendía aún más. Qué buen recuerdo guardo de este momento. El tiempo de paso por la media es de 1h50', bastante bien aunque ya sabía yo que esto no podía durar mucho más.

A partir de aquí me concentro en autoengañarme, "Venga Sergio, corre hasta las 2 horas" y luego "Vamos, no seas marica, sigue 10 minutos más". Y así hasta el km 27 o 28. En esta parte de la carrera hay un montón de pequeñas colinas con dunas y es dificilísimo avanzar por ellas porque se te hunde la zapatilla hasta el tobillo. Para colmo, en una de las subidas me adelanta un español y me dice: "Claro, tú te hundes más porque con lo que pesas...." Será cabronazo el tío :-)) Y de repente ya he dejado de correr.

Y comienza mi infierno particular. Como dice Gustavo, lo malo de parar de correr en un maratón no es hacerlo la primera vez sino que una vez que lo has hecho ya no encuentras un motivo para no hacerlo una y otra vez. Pues eso hacía yo, correr y ponerme a andar cuando tenía que afrontar la subida a una duna o cuando las piernas me decían basta. Me adelanta bastante gente aunque también soy capaz de coger a algún cadáver que estaba peor que yo. Aquí me divierto observando a la gente tan friki que participa en la carrera: está el sueco que se para a hacer de vientre como si nada al lado de un avituallamiento, dejando boquiabiertas a las chicas saharahuis que lo mantienen; o un noruego que no para de correr nunca pero que lo hace a un ritmo tan cansino que casi voy yo más rápido andando. Cada vez que nos pasamos mutuamente me farfulla algo en noruego y a continuación dice "¡nothing important!" y sigue a lo suyo. Pero lo que me dejó flipado es un saharaui al que adelanté que casi no podía mantenerse en pié. Cuando le alcanzo me doy cuenta de que está corriendo con zapatos de vestir. Y nosotros con las zapatillas de 130 euros, nuestra ropa técnica, nuestras gafas de sol último modelo.. Y llega un saharaui en chándal y con zapatos de vestir y te das cuenta de que lo paquete que eres.

De esta guisa vamos pasando la parte de dunas y, a pesar de que ya llevo más de 3 horas y media de carrera, y de que el sol aprieta muchísimo me voy encontrando cada vez mejor. Cada vez corro más y ando menos y vislumbrar la meta de Smara a lo lejos hace que aparezcan fuerzas donde pensaba que ya no quedaba nada. Los últimos kilómetros los hago de buen rollo con un italiano majete que me alcanza. Entramos en Smara como unos campeones, saludando a la poca gente que había en la calle (entre el calor que hacía y que ya habían visto llegar a los de las otras carreras la gente del pueblo pasó de ver el final del maratón) y llegando a meta eufórico cuando me encuentro a Rául y Gustavo, que me están esperando para felicitarme. ¡LO HE LOGRADO! 4h18', ni siquiera es mi peor marca en un maratón. Estoy contentísimo, completamente emocionado porque sinceramente tenía mis dudas.Gustavo hizo un carrerón acabando en 3h32' y Raúl, que corrió la primera carrera de su vida en la media maratón acabó con unos muy dignos 2h12'.



Lo dicho, no sé si volveré a correr este maratón pero seguro que vuelvo al Sahara. Por cierto, había un mejicano que completó su reto de correr 7 maratones en 7 continentes en menos de 1 año, incluyendo uno en el Polo Norte (sí, sí, a latitud 90ºN) a temperaturas inferiores a -40ºC, ¿qué dices Gustavo....?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Enhorabuena a los 3, debe haber sido una experiencia alucinante, me alegro de que haya sido tan cojonuda, nos teniais pendientes a ver que había pasado.

Me ha dejado flipao lo que comentas de la sensación de ir sólo por el desierto, si ya un maratón debe ser duro y le das vueltas a la cabeza imagínate en un desierto sólo, y con la sensación de que te puedes perder.

Este blog se merecía un gran crónica como esta, sois unos monstruos !!!!

Anónimo dijo...

Fantástico relato. ¡Enhorabuena!

Anónimo dijo...

Aunque ya se comentó en el duathlon de Rivas, quiero que quede constancia de ello: Sergio, una crónica genial!

Digna de ocupar un par de hojas en una revista deportiva, te tiene enganchado de principio a fin. Debió de ser una aventura fantástica.